Juguemos en el bosque~

Y la canción decía así, podía inclusive tararearla entre el silencio, era una canción de niños, algo muggle, viejo y de poca importancia, si lograba pensarlo bien, creía saber que venía de un cuento sobre un lobo y una niña, con caperuza roja. ¿Cómo sabía todo aquello? Pues simplemente tenía amigos de todas las “sangres”, nunca me había importado y realmente me daba curiosidad saber esas cosas de las que a veces comentaban con naturalidad y uno no tenía ni idea. ¿Mis padres sabían? No, nunca, ni siquiera debían escucharme cantar. Aún recuerdo lo aburrida que fue su charla el día que me descubrió Scorpius cantando «Mambrú se fue a la guerra» y ni hablar de la cara de mi abuela cuando una noche tarareé «estrellita donde estas». Sonreí ante esos pensamientos y salté una raíz para caer con los brazos extendidos, como aquellos niños divertidos.

¿Qué hacía en el bosque? No mucho… cuando me aburría buscaba aventuras ¿y que mejor que encontrarse con alguna criatura en pleno bosque? Igualmente no era tan descabellada, no me adentraría demasiado, no era tan tonta como para adentrarme que anochezca y me pierda, claro que no, solo quería aire fresco y alimentar un poco mi curiosidad. Avancé, doblé y observé como un ave volaba a otra copa para luego… un ruido. ¿Eh? Eso no era normal, no era un ruido natural, eran pisadas, pero no de cualquier criatura, era como si alguien más a parte de mi caminara por allí. Saqué mi varita de mi espalda, donde la guardaba, y la alcé, mirando los árboles y arbustos sin encontrar a nadie de quien defenderme, ¿habría sido otra cosa?

En cuanto vi salir a una joven, bajé levemente la guardia, entrecerrando los ojos, uno nunca sabía que podía pasar ni que podía hacer, quizás una mala broma, algo de bullying como muchos ya le llamaban y caía todo sobre mí. Pero en cuanto la joven habló sonreí de lado y bajé mi varita, guardándola nuevamente, falsa alarma. Escuché su sermón y me reí con un poco de fuerza, mientras terminaba por apoyarme en un árbol ¿me iba a dar lecciones de criaturas mágicas acaso? Sí, lo sabía y sabía que podía ser peligroso, pero los hombres lobo terminan internándose mucho más al fondo del bosque, ciertamente para no lastimar a nadie cuando aún tienen su conciencia humana, y si estuviera cerca podría escucharlos aullar, ese era su modo de comunicarse y siempre había más de uno en ese bosque.

Asentí con la cabeza y alcé los hombros sonriendo entretenida por sus palabras —Bueno, quizás me guste el peligro ¿no? —Pregunté en broma y negué —¿Cómo sabes que les gustan las rubias, eres uno de ellos?— No, no lo creía, a estas alturas de la noche aquel no podría ser su estado, ella estaba intacta, inmaculada —Podría devolver la misma pregunta ¿qué haces en el bosque tú? Deberías saber sobre el mismo peligro que me acabas de enseñar a mí— le devolví el sermón y la pregunta curiosa queriendo saber que harían otras personas en el mismo lugar que yo, ya que a veces podía ser media alocada yendo y viniendo con mi hiperactividad y mis ganas de diversión, pero no todos éramos así y seguramente ella tampoco.

Su rostro me sonaba conocido de algún lado, logré verlo bajo la luz de la luna, una vez que se acercó. Sus palabras ciertamente habían tocado mi orgullo, ¿se creía que no sabía las consecuencias de lo que podía pasar? ¿Que no tenía ni idea? ¿Que era solo una niñata? Ese pensamiento me molestaba, pero al escuchar sus nuevas palabras toda señal de rencor o enojo se fueron con mi gran carcajada. Claro, ella realmente un hombre lobo, ahí acechando, ¿es que no tenía ni idea? Sí, podían existir casos ajenos pero había estudiado sobre ello, por puro fanatismo. No era como si estuviera a media hora de la luna llena, sí, faltaban unas cuantas horas y un hombre lobo podía disimular tranquilamente su condición, pero eran muy pocos los descabellados que se mostrarían de ese modo, sabiendo que si sobrevivía podía ir a inculparla y... bueno, se sabe el resto.

Antes de poder decir siquiera «que graciosa» contestó mi pregunta; la miré ladeando la cabeza, curiosa, como si la estuviera analizando a través de su alma para saber si era la verdad. No tenía ningún detector de mentiras pero le creía, me pareció muy sincera. Sonreí y asentí —pues entonces deberíamos comprendernos— dije como si pidiera una alianza o una tregua, sonreí con gracia ante la imagen de algún cadáver en el bosque y el grito de mi madre de fondo, era mi muerte ilustrada en mi consciente...y me daba gracia, gran mentalidad macabra ¿eh? Fruncí los labios ante su pregunta, llevándome las manos hacia la espalda y comenzando a caminar un poco, en círculos, balanceándome con algo de gracia —a veces sí, no me molestan mis compañías, son solo las que yo misma elijo— comenté señalándome, recordando a mis amigos y compañeros, diferenciándome de otras familias que tenían relaciones por intereses o acuerdos —pero sí, a veces salir del bullicio te hace ver... las cosas un poco mejor, más amplias y calmadas— en realidad esta era una aventura para mí, como muchas otras travesuras, pero la entendía, porque muchos días, muchas madrugadas, lograba escaparme a cualquier parte del casillo o al jardín de mi casa a contemplar el cielo nocturno en la oscuridad, con miedo y anhelo, cuando las pesadillas atacaban. Antes de poder obligarme a salir de mis pensamientos y recuerdos, ella me sacó por si sola con una pregunta. ¿Mi fama? Parpadeé varias veces y fruncí los labios —¿fama? Oh... ya veo... me reconoces por ser la "primera leona en la familia de las serpientes" o "la oveja descarriada" y esos títulos ¿cierto?— pregunté riéndome, siempre me causaba gracia la sorpresa de la gente, más aun de esos clasistas —pues... no lo sé, nunca lo había pensado... creo que los que me juzgan son unos tarados —sonreí con picardía y me acerqué un poco más, curiosa por ella —Dime... ¿te conozco de algún lado? tu rostro me suena conocido... pero no puedo recordar donde te vi— confesé llevándome la mano al mentón —por cierto, ¿cómo es tu fama, como manejas tu eso?— pregunté señalándola por un instante, si hablaba así de los locos y locas y me preguntaba sobre aquello era porque ella padecía lo mismo o algo similar.