Bonito encuentro

Me había sentado en una pequeña mesa redonda donde, como mucho, entrarían cuatro personas apretadas; sobre ella se encontraba una cerveza de mantequilla, mi varita y algunas servilletas. Pronto me traerían algo para comer, había pedido unos manís nada más, tenía algo de hambre para ser la tarde de aquel sábado y como no tenía nada mejor que hacer hasta que Lily y Hugo se desocuparan, había decidido pasar mi tarde lejos de Hogwarts y el agobio del estudio, yéndome a Hogsmeade a despejarme y tomar algo por ahí. Éramos muchos los estudiantes que terminábamos allí así que seguramente me encontraría con alguien y terminaría saliendo o divirtiéndome de una u otra manera, estaba segura. Sonreí al mirar la tranquilidad de mí alrededor, era extraño no ver Slytherins merodeando por el lugar pero sentía que el ambiente era sumamente mejor, aunque yo misma era partidaria de la igualdad de sangre y casas los Slytherins se me habían vuelto una molestia desde hacía tiempo, principalmente por mi orgullo León y mi sangre Malfoy.

Suspiré y todo aquello se me fue de la mente al ver quien entraba por la puerta, siempre entraban muchachos, principalmente muchachos más que muchachas pero él… a él lo conocía. A pesar de la relación distanciada que hay entre nuestras familias, yo sé que mi padre le guarda un profundo respeto al suyo y por más que a mi madre le disgusten mis juntas, él formaba parte de ellas, o al menos en parte. Era mejor amiga de su hermana y de uno de sus tantos primos, éramos cercanos y nos conocíamos de antes, sin contar que íbamos inclusive a la misma casa, así que tener a un conocido en las tres escobas me hacía sacar una sonrisa de la cara. Igualmente no era solo eso lo que me alegraba, debía confirmarme a mí misma que no era una chica ciega, sabía apreciar cuando un chico era lindo, inclusive un adulto. Me gustaba un profesor sin ir más lejos, pero James… James tenía ese toque especial del que muchos hablaban sobre su abuelo. Ni su propio padre lo había conocido, pero yo ni siquiera sabía mucho de su familia, no era algo que se hablara todos los días en casa, inclusive podría llegar a ser algo Tabú hacerlo, cosa que me hacía fruncir la nariz cada vez que lo pensaba. Negué con la cabeza y antes que se vea rodeado de chicas le chiflé, esperando que se diera vuelta y comenzara a saludarlo con una mano en alto para que me reconociera.

Las clases habían sido más arduas de lo que esperaba, y necesitaba con urgencia alguna distracción, algo que me sacara de la monotonía y de las obligaciones que tanto pesaban sobre mis hombros. Consideré seriamente el contactar a Fred o a Frank, ya que estaba seguro de que ellos no dejarían pasar la oportunidad de armar alboroto, pero algo me detuvo. Ser el alborotador en Hogwarts era tan conocido por todos que si en este momento empezaba a hacer algo estúpido o incoherente ya a nadie le llamaría la atención, o simplemente dirían “ahí va Potter nuevamente con sus graciosadas”. Y eso ya no era divertido. Así que era tiempo de buscar diversión en otro lugar, y Hogsmade se me hacía tan buena opción como cualquiera.

Ignorando a mis compañeros y amigos, me dirigí hacia el pueblo con una sonrisa en el rostro, la túnica medio ladeada y la corbata mal anudada, agregando a mi aspecto toda la despreocupación que fui capaz. Cuando por fin llegué a las adoquinadas calles miré hacia todos lados, preguntándome que haría a continuación. Como era probable que me encontrara a alguien conocido, o si no al menos interesante en las Tres Escobas, me dirigí rápidamente hacia el local, sonriendo con picardía a cada chica que me veía pasar y lanzando breves cabezazos de reconocimiento a los hombres, excepto a los que me miraban con rencor porque habían visto a su novia dirigirme una mirada. Pero no era mi problema que toda mujer a kilómetros a la redonda se fijara en mi atractivo.

Entré al caldeado local y estaba a punto de buscar una mesa cuando un silbido llamó mi atención. Volteé con curiosidad y me encontré con una brillante cabellera rubia, un rostro que parecía más angelical que terrenal y una sonrisa que era capaz de detener el corazón de cualquier hombre. Narcissa Malfoy me estaba saludando efusivamente con la mano, haciendo gestos como para que me acercara a donde ella se encontraba. Me castigué mentalmente, recordando que era la mejor amiga de mi hermana y una Malfoy, ante todo; pero su atractivo hacía que en ocasiones olvidara todos los motivos por los cuales no debía acercarme a ella.

- Cissy, no sabes cuánto me alegra encontrarte – Le dirigí mi sonrisa más cálida y atractiva, mientras empujaba la silla que estaba frente a la suya y me sentaba despreocupadamente.

Me había visto, eso era algo impresionante, es decir, conocía a James desde hacía años y no me era complicado acercarme a él más allá de ser una de las mejores amigas de su hermana, pero con la cantidad de gente que lo solía rodear no llegábamos a tener tiempo de juntarnos, ¡inclusive tratándose de nuestra misma casa! Sonreí con diversión al verlo saludar a una de las cuantas chicas que, un poco más, y se desmayaban por él, ¿tanto era como para que aquello pasara? Me contuve una carcajada, era demasiado, ¿por qué las chicas se idealizaban tanto? No era el primero ni el último que veía ocasionar esas reacciones, salir a Zonkos con Louis era una odisea, lo perdía a cada rato por chicas así.

Quizás por eso exactamente me sorprendí que lograse llegar con vida a la silla que tenía frente a mí y verlo sentarse en mi misma mesa, teniendo su atención hacia mí con un simple chiflido y un saludo lejano me había hecho sentir importante, tanto como para sentirme orgullosa. No pude evitarme sonrojarme ante mi pensamiento, ante mi imaginación sobre los rostros de aquellas chicas que habían quedado atrás y sumando la sonrisa y las palabras de James ante mí, sí, su sonrisa era ganadora y sus ojos penetrantes, tenía su gran atractivo y no era la única que lo notaba. Extendí mis manos sobre la mesa y le sonreí con cariño —Digo lo mismo, aunque me parece un milagro que hayas llegado completo hasta la mesa— bromeé, desviando la mirada hacia la barra, donde un grupito murmuraba algo —pensé que te sacarían hasta la piel con su mirada— sonreí de lado y apoyé mi rostro sobre una de mis manos, mirándolo solo a él —¿Qué te trae por aquí? ¿Cómo estás pasando el día libre?— pregunté queriendo saber sobre él, a pesar de ir a la misma casa no teníamos mucho tiempo para hablar con el otro o al menos hasta ahora no nos habíamos hecho el tiempo para hacerlo, y quería saberlo, quería hablar y saber más allá de lo que me llegara a comentar su hermana o mis amigos —¿Tienes tiempo para un trago conmigo?— pregunté alzando un poco mi vaso de cerveza y sonriendo de lado, dispuesta a llamar al hombre del bar en cuanto diera el sí, si es que de milagro tenía el tiempo solo para mí.